El Celta despidió 2024 a lo grande, con una declaración de principios sobre lo que quiere que sea su futuro. El año que comenzó agarrado a un proyecto anticuado y condenado al desastre se cierra con un festival que incendia el ánimo de su gente y la hace soñar con un futuro espléndido. La Real Sociedad puede explicar esta mutación mejor que nadie. En enero visitaron Balaídos dos veces consecutivas (Liga y Copa) para comprobar la decadencia en la que vivía instalado el Celta y ayer descubrieron en primera persona hasta qué punto ha cambiado la vida en Vigo, donde ya no existe el invierno y la primavera parece ser eterna.
El Celta, que no pudo contar con Iago Aspas debido a unas pequeñas molestias detectadas antes del partido, fue una máquina implacable que barrió a la Real Sociedad en un partido extraordinario en todos los sentidos. Corrió más y mejor; ganó todos los duelos; y fue demoledor en el campo rival donde el protagonismo recayó en la pareja formada por Alfon y de Pablo Durán, dos de las sorpresas de la alineación, que fueron un tormento para el cuadro de Imanol Alguacil. Dos goles del tomiñés en el tramo final del primer tiempo hicieron justicia para un Celta que ni un solo momento dejó de ir siempre hacia el área rival y que cuando tuvo que manejar la ventaja lo hizo lo más lejos posible de su portería. Sin miedos ni complejos, convencidos de que no hay mejor manera de protegerse que tratando de castigar al contrario.
Se va el Celta al parón navideño con el refuerzo de una victoria sobre un enorme equipo como la Real que además llegaba en un momento dulce tras solventar las dudas con las que arrancó el ejercicio. Todas las grandes decisiones de Claudio tuvieron un efecto dañino en el equipo de Imanol, superado por la vitalidad viguesa. No lo esperaba el técnico vasco acostumbrado a incomodar al rival convirtiendo el campo en un escenario de once duelos individuales. Hay muchos equipos a a los que se les atraganta ese estilo de juego tan dinámico como peligroso. Pero en ese terreno no le importó pelear al Celta convencido de no ceder en ninguna de las batallas, seguro de poner siempre un punto más de intensidad en cada acción. Más allá del comportamiento individual de los jugadores, tuvo un papel determinante en ese escenario la decisión de Claudio de enviar a Borja Iglesias a la trinchera para que se fajase con los centrales mientras la pareja Alfon-Durán se convertía en una pesadilla. Es esta la gran historia de la temporada en el Celta. Con otro entrenador es difícil imaginar dónde estarían ahora mismo. Tal vez en Segunda, puede que en Portugal tratando de convencer a un entrenador que les miraría con recelo. Ayer hicieron saltar las costuras de uno de los grandes equipos de la Liga española. El justo premio para ellos, pero también para el hombre que les reclamó a su lado.
La Real Sociedad no pudo detectarles en todo el primer tiempo. El Celta fue minando a los donostiarras con las carreras del profundo Alfon que tuvo la primera ocasión en un gran disparo lejano que Remiro salvó con una mano milagrosa cuando apenas se llevaban cuatro minutos de partido. Fue un simple aviso. La Real se estrelló de forma recurrente contra la presión del Celta (enorme el trabajo de Borja negando siempre el pase a Turrientes, la luz que debía guiar a los realistas sin Zubimendi) y cuando eran capaces de alcanzar el campo rival allí surgía la figura de los tres centrales (imperiales una vez más) para cerrarles cualquier opción. El partido de Javi Rodríguez –un corrector de primer nivel–, de ese Starfelt que no pierde un duelo desde hace meses y de Marcos Alonso fue ejemplar. Guaita podía haberse ido a tomar un café en el primer tiempo porque no consintieron un solo remate. También Carreira, que ayer volvió al equipo, merece un aparte porque es otro futbolista al que Claudio suma para la causa tras semanas de ausencia por diferentes motivos. Y demostró que tiene cosas que decir.
El partido se jugaba siempre en dirección a la portería de Remiro pero el gol tardó en llegar pese a los intentos del Celta. Pero todo desbordó en el final de la primera parte. El Celta, en un decisión de madurez y que demuestra la evolución de este equipo, convirtió una contra de escaso futuro en un ataque pausado y mejor planteado. Javi Rodríguez encontró en la frontal a Pablo Durán. El tomiñés controló y largó un disparo letal con la pierna derecha que dobló la mano de Remiro. No había tenido tiempo la Real Sociedad para digerir el tanto cuando Alfon tras un pase de Borja volvió a ganar profundidad –ese bien tan escaso en el fútbol y que siempre complica la vida de los rivales– y encontró en el segundo palo a Pablo Durán para que el tomiñés anotase el segundo gol y abriese un abismo entre ambos equipos en el descanso.
Imanol meneó el equipo en el descanso, pero los intentos de la Real Sociedad para reactivarse fueron inútiles. El Celta los desactivó gracias a ese artificiero que es Ilaix Moriba y a su intensidad para ganar duelos, para correr siempre hacia delante. Tal vez una de sus principales virtudes. Claudio quiere defender lejos de Guaita y aunque la teoría (y la costumbre) suele conducir a dar un par de pasos atrás, nada de eso sucedió en Balaídos. No hubo noticias de Brais, de Oyarzabal…el partido era solo de los vigueses que en ese comienzo del segundo tiempo tuvieron el tercero en un remate de Borja Iglesias que sacó Remiro con otra buena mano.
Eso sucedió antes de que Pablo Durán sí convirtiese en otro ataque de manual (que culminó con un delicado remate a la esquina) pero que el VAR anuló por fuera de juego previo de Borja. Pero era sintomático. Pasaban los minutos y la Real no llegaba ni a disparar a Guaita mientras las ocasiones y las llegadas peligrosas se acumulaban en el campo realista. Alfon pudo marcar el tercero antes de que el cansancio y los cambios de la Real llevasen el partido al campo de un Celta que no perdió la voluntad por seguir apretando a la Real con la idea de no acabar encerrado alrededor de Guaita. Eso podía ser una invitación al desastre. El esfuerzo resultó conmovedor en algunos momentos, sobre todo por los metros que recorrieron Beltrán y Moriba para ir altos a la presión y arrastrar con ellos a todo el equipo. Con la salida del campo de Alfon y Pablo Durán, que aportan un grado de tortura a los defensas rivales que no igualaron sus recambios, la Real sí pudo rondar el área de Guaita y poner un par de saques de esquina, su único recurso, con alguna esperanza. No les dio para más. El Celta acabó el partido en el área donostiarra mientras el estadio enloquecía de felicidad y despedía a los fantasmas de la Navidad pasada.